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La Metáfora del síntoma

El mal-estar, Los síntomas y la enfermedad como metáforas para una reflexión existencial

Generalmente, los síntomas nos revelan un aspecto psico-emocional, de nuestro patrón caracterológico.

Comprender la metáfora, descifrar el mensaje que llevan implícito, nos permite situar el aspecto teleológico de la enfermedad o mal-estar anímico, y posicionarnos ya no como meras víctimas del problema, sino como responsables en el proceso evolutivo de nuestra consciencia a través del autoconocimiento.

Desde esta consideración, nos apartaremos, momentáneamente, de la argumentación tradicional científica, ya que en dicho marco importa lo funcional patológico y no el significado sutil que trasunta.

Se me hace necesario aclarar, una vez más, mi posición sobre este tema. Puesto que han llegado a mi consulta, a través de los años, muchas personas aquejadas de enfermedades degenerativas y autoinmunes

Creo que todo tratamiento deberá estar avalado por rigurosas justificaciones biológicas y científicas, pero lo biológico (que responde también a lo emocional), no siempre se deja encuadrar por lo meramente físico-químico.

El camino que intentaremos explorar en este artículo no es lineal pero sí concreto, e incluye los senderos sinuosos, aunque estrictos y sinceros del alma humana.

Podemos decir entonces, que toda pérdida de armonía que se produce en la conciencia, es en el cuerpo donde se revela. Por consiguiente, aquí, el cuerpo es el vehículo de la manifestación o realización de todos los procesos y cambios que se producen en la consciencia. Ya que, desde esta mirada, si una persona sufre un desequilibrio no abarcado por su consciencia, ello se manifestará en su cuerpo en forma de síntoma, mediado por enzimas “mal activadas” o “anticuerpos equivocados”.

No obstante, podríamos encontrar ejemplos, también, del mecanismo inverso.

Sería correcto ubicar, pues, a la enfermedad en el plano psíquico y al síntoma en el plano corporal, funcionando este último como señal y portador de información que nos obliga a prestar atención, a corregir rumbo.

El siguiente paso a partir de este alerta (el síntoma), nos lleva a definir, comprender y diferenciar los conceptos de curación, sanación y de enfermedad:

  • Curación es el acompañamiento del síntoma de ese paciente, con medidas que lo vuelvan soportable, y eventualmente lo minimicen o hagan desaparecer. Meta de ciertas medicinas, la supresión del síntoma no significa sanación, sino por el contrario, es principio de un proceso subterráneo que pugnará por expresar, con otra cara, lo enmascarado.
  • Sanación significa redención, re-aproximación a esa plenitud de la forma y función primigenia. La sanación se consigue incorporando “lo que falta” o rehabilitando “lo que se ha subvertido”, a veces tras arduo proceso curativo; otras veces, por obra del instantáneo efecto equilibrador de una energía correcta, sea ésta física, química o emocional.
  • Enfermedad es la expresión natural de un proceso o intento de sanación, de restitución a la máxima armonía posible dentro de la historia individual.

 

Desde este enfoque, no se trata aquí de combatir la enfermedad sino de servirse de ella para comprender su mensaje. Tampoco se trata de actuar con imprudencia, y desatenderla desde el punto de vista científico. El cuerpo, como único vehículo físico de nuestro ser, merece ante todo, quedar fuera de todo riesgo.

Pero, para quienes eligen el camino del autoconocimiento, y están en óptimas condiciones para hacerlo, una mirada profunda sobre las manifestaciones del cuerpo, permite ampliar la consciencia hacia una comprensión mayor.

La ampliación de la consciencia no es tarea fácil. Pero tampoco inalcanzable. El ser humano, a partir de establecer su Yo, queda preso en la dualidad, en la polaridad, y enferma, precisamente, debido a la pérdida de Unidad.

Por el síntoma, el ser humano experimenta aquello que no ha podido experimentar conscientemente. El conocimiento y la verdad, destruyen las ilusiones con las que nuestro ego, intenta una y otra vez negar ciertos aspectos difíciles o dolorosos. Pero en la búsqueda de las causas de la enfermedad, será útil que cada persona practique el auto-cuestionamiento con sinceridad.

Una interrogación profunda nos conducirá a saber no sólo qué es y cómo es, sino por qué y para qué se manifiesta ese síntoma. Indagar en pensamientos, fantasías, sueños, acontecimientos y noticias que sitúen el síntoma en el tiempo, hará más fácil el resituarnos, ya que las terapéuticas tendientes a anular los síntomas en formas no acordes con nuestra naturaleza, podrían haber derivado el curso significador de la enfermedad hacia formas más insidiosas, y por lo tanto, menos comprensibles.

Si bien se requiere una buena dosis de valentía para enfrentar este camino de introspección, a veces, la simpleza de una actitud curiosa nos aligera y anima a enfrentar el desafío del autoconocimiento. Así, será más fácil aceptar lo que se ha visto, ya que la negación de aquello que nos resulta desagradable de nosotros mismos, devolvería nuevamente la luz al estado de sombra.

Por eso, cuando descubrimos y nos enfrentamos a los aspectos no deseados de nuestro Yo, es importante evitar su calificación. Será suficiente con una observación despojada de prejuicios, ya que las emociones, así como nuestras cualidades (ya sean las más bellas como las menos agraciadas), “son lo que son”. Es un error adjudicarles un juicio de valor extra. En tal caso, lo bueno o malo, radica en lo que hacemos con esas emociones o aspectos, sobre todo, con aquellos difíciles de reconocer y aceptar.

Una ayuda posible en los procesos de indagación personal, resulta el escuchar con atención nuestras propias expresiones idiomáticas, ya que nuestro lenguaje es base y fuente de lo psíquico y lo somático. Las palabras con las que usualmente nos expresamos, pueden servir de clave para descifrar algunos “por qué” o “para qué” de ciertas manifestaciones.

Así, al preguntarnos por ejemplo: “qué me impide este síntoma? y ¿qué me impone este síntoma?,  bastará una escucha atenta y curiosa a una respuesta espontánea nuestra, para que estas simples preguntas, nos revelen rápidamente el tema central de la enfermedad.

 

Claves para una interrogación personal

Indagar en pensamientos, fantasías, sueños, acontecimientos y noticias que sitúen el síntoma en el tiempo No calificar nuestras emociones o cualidades menos aceptadas. Aceptar lo que se ha visto.
Escuchar con atención las expresiones idiomáticas. Preguntarse ¿qué me impide este síntoma? Preguntarse ¿qué me impone este síntoma?

 


Cuando el cuerpo habla

Cuando el cuerpo habla, no siempre lo hace en un lenguaje llano y comprensible, muchas veces acude a modos poéticos y, es entonces, cuando los síntomas resultan verdaderas metáforas del alma en busca de su expresión.

Muchas dolencias, como las cefaleas que se repiten sin causa aparente, resfriados, o alergias que “nos hacen moquear”, zumbidos en los oídos que nos obligan a “escuchar algo que no deseamos”, dolores de espalda que aparecen como “si hubiéramos hecho un gran esfuerzo”… Son formas del decir de nuestro cuerpo, para acercar a nuestra consciencia episodios no resueltos.

 

Algunos síntomas físicos que pueden enmascarar una depresión

Cefaleas Constipados Zumbido en los oídos
Diarreas Constipaciones Dolor de espalda
Temblores Adormecimientos Sueño exagerado

 

Cuando estos síntomas son desatendidos, o abordados como una simple disfunción pasajera que “hay que suprimir”, suelen repetirse con insistencia y pueden convertirse, más tarde, en dolencias crónicas o trastornos más complejos.

 

Algunos trastornos físicos y psicosomáticos en la depresión

Taquicardia Bulimia Anorexia
Rigidez en los músculos Asma Agitación motriz
Impotencia o frigidez Hombros antelados Trastornos digestivos

 

Cuando comienzan a instalarse estos trastornos, la persona que enferma ya ha recorrido un largo camino que la ha alejado de su consciencia, con la consecuente incapacidad momentánea para tomar las riendas en su proceso de curación o sanación.

Entonces, se hace necesaria la intervención de un profesional y un enfoque adecuado, que no sólo atienda la superación de la enfermedad, sino que en el momento oportuno, pueda investigar sus causas más profundas en pos de evitar su reincidencia o complicación. No debe olvidarse –por ejemplo– que muchos trastornos serios aparecen con una identidad de diagnóstico propio: alcoholismo, droga-dependencias, bulimia, etc., pero que encierran, todas ellas, una metáfora reveladora, ligada a temas más profundos de la persona.

En los casos de enfermedad, sólo un profesional idóneo puede comprender la metáfora del síntoma y saber qué hacer con su interpretación. Por ello, creo que es sumamente importante comprender que, los profesionales de la salud, no “tratamos la enfermedad”, sino que tratamos con personas.

De todos modos, el conocimiento no es algo de exclusiva pertenencia a médicos y terapeutas. Tanto para quienes viven de cerca la enfermedad (propia o de un ser querido), como para quienes están en el camino del autoconocimiento, considero que la comprensión profunda de estos procesos permite alcanzar mayores niveles de respeto, aceptación, tolerancia y compasión en relación consigo mismo y con los demás.

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