“Quiero amarte sin aferrarme,
apreciarte sin juzgarte,
invitarte sin exigirte,
dejarte sin sentirme culpable,
criticarte sin hacer que te sientas culpable
y ayudarte sin ofenderte.
Si puedo obtener de ti el mismo trato,
podremos conocernos verdaderamente
y enriquecernos mutuamente”.
Virginia Satir
No es fácil abordar este tema tan simple y complejo a la vez, en un intento de comprender mejor la naturaleza del amar y ser amado, sin faltar a las dificultades de nuestro tiempo y de nuestra organización social…
Aunque creo que lo he encontrado… Éste será el título, la punta del ovillo con la que intentaré tejer la trama esencial de lo que deseo compartir:
Pareja: La Naturalidad en Amor
El sentido profundo de esta frase ha hecho impacto en mí. Me emociona evocar la armonía, la confianza, la alegría, la fuerza, la sensualidad, la creatividad, la ternura, el alivio, la complicidad, o, en suma, la tensión y la calma, entre muchos otros matices que, de un polo a otro de nuestras energías naturales, podemos desplegar las personas viviendo en pareja. En amor. Quiero decir, viviendo la pareja en amor; o, para ser más precisa, viviendo desde la naturalidad de Ser, el amor en pareja.
Así entendida, la pareja es para mí, ese espacio y tiempo potenciador, que suscita la sutil y maravillosa vivencia del “Nosotros”.
Fue el filósofo humanista Martin Buber* quien iluminó la consciencia, con sus pensamientos al respecto, hacia una sana y natural manera de construir los pilares donde ha de asentarse una pareja sólida. Esa dimensión del “nosotros” creada entre un “Yo” y un “Tú” bien definidos, bien diferenciados, y que, sin embargo, o quizás por ello, nos religa hacia ese sentido de Unidad tan anhelado. Para que haya un nosotros, debe existir una relación Yo-Tú, decía Buber…
Sé que mi modo de abordar este artículo parece seguir el consejo de Lou Marinoff en el acertado título de su libro “Más Platón y menos Prozac”… (ya que casi basta con atender sólo a su tapa, sin tener que sostener el libro abierto durante días para comprender su contenido).
Pero sí, sí, filosofar no es sólo para filósofos. Usar bien la mente, también ayuda al buen Sentir. Convengamos en que un posicionamiento claro e íntegro, auténtico y responsable de uno mismo de cara a cualquier decisión vital, tema, vínculo, o circunstancia, evita muchos “dolores de cabeza”…
Les invito pues, a retomar la punta de mi ovillo, dado que el título de este “pensamiento en voz alta”, de seguro que no es tan certero como el de Marinoff…
Me surgen preguntas, una tras otra, como puntos en el tejido de Penélope:
¿Dejamos fluir la naturalidad de nuestro Ser, cuando estamos en pareja? Y… más aún: ¿Nos conocemos en profundidad como para que el Yo no se diluya en el Tú y viceversa?
¿Sabemos, por ejemplo, la diferencia vivencial entre Unión y fusión, o entre Yo y Ego?…
Quien pueda decir que “sí”… que tire la primera piedra… Y es que conocerse, aceptarse, crecer, pasar el salto evolutivo que implica alcanzar la diferencia entre ser individuo y ser persona, es un proceso de toda la vida. Pues somos seres en proceso… No hay nada más hermoso que transitarlo en paridad, quiero decir, en pareja. En amor. En aceptación del “Yo” y del “Tú”.
Quizás, con todas mis líneas previas intento abonar el campo de la comprensión profunda a la que nos invita Virginia Satir**, al sintetizar con maestría el siguiente mensaje:
“Quiero amarte sin aferrarme, apreciarte sin juzgarte, invitarte sin exigirte, dejarte sin sentirme culpable, criticarte sin hacer que te sientas culpable y ayudarte sin ofenderte.
Si puedo obtener de ti el mismo trato, podremos conocernos verdaderamente y enriquecerrnos mutuamente.”
(V.S.)
Deseo que estas palabras, sirvan como marco para otras reflexiones, como contexto de apertura a muchos otros temas inherentes a la pareja, así como contribuir y animar a las personas en su desarrollo interior.
Hasta la próxima!
TT.