En esencia, el verbo jamás tranquiliza. Tiene algo de lo azaroso o terco de todo aquello que pulsa vida.
Observando una y otra vez esa insistencia cromática en la obra de Daniel Herce, me ha dado por pensar que técnica y teoría nunca son neutras. Porque en verdad, ambas son posteriores a la experienciación del cuerpo y a la observación reflexiva de la mente. Solo en la integración confiada de ambos sucesos sucede algo subjetivo, único e irrepetible, impulsado por lo insistente de esa esencia que nunca es neutra.
Y veo una suerte de métrica poética en la pintura de D.H. que, en su a veces desgarbo y otras veces empaque, no se aparta nunca de lo bello.
Manifestarse así, impulsado por ese verbo a color, creo que implica transitar instantes de ausencia esencial del artista, ya que la obra no es monólogo, ni es olvido, más bien coraje para exponerse. Y contactar desde allí con un otro o lo otro, es enfrentarse al diálogo. A la humildad.
El diálogo apropiado, es decir desde la humildad de lo que nos es propio, siempre seduce. Sea escrito, pintado, bailado o guisado.
Trini Torner
… A través de la abstracción, exploro la relación entre el cuerpo, la emoción y el color, creando un espacio pictórico donde convergen mis vivencias con la música, la danza, la gastronomía y la estética. …